lunes, 11 de mayo de 2015

Respuesta a José Tomás Vicuña s.j sobre El Bosque de Karadima



Mi nombre es Andrés Gallardo y soy exalumno del Colegio San Ignacio, donde estuve por 13 años. Lamento que la oportunidad para reflexionar sobre la dinámica de abusos generada por Karadima favorecida por el entorno eclesiástico en que se articuló haya derivado en una columna escrita por un jesuita que sólo reitera la defensa de la ética de Jesús basada en la transparencia, la verdad y una opción preferencial por los pobres, usando la película como pretexto para reflexionar tibiamente sobre la corrupción y el abuso de poder. Muchos entendemos la ética cristiana como horizonte de la fe, pero si, como dice el autor, hay que reflexionar sobre las estructuras que soportan las conductas que nos alejan de dicho horizonte, en este caso esa posibilidad de reflexionar se pierde con analogías que no contribuyen a entender la densidad del fenómeno del abuso y lugares comunes disfrazados de declaraciones bienintencionadas.

Reflexionemos sobre la estructura descrita en la película. En mi caso conviví cotidianamente durante 13 años con curas y seminaristas que tenían un rol importante en nuestra formación. Estaban investidos, además, por ese extraño poder que les otorgamos en virtud de su relación con eso que llamábamos "Dios", y que los ponía un escalón sobre cualquier otro mortal. A cada uno le decíamos "padre", y seríamos ilusos si no reconociéramos ahora en perspectiva cómo esa palabra determinó de alguna manera nuestra relación con ellos. En particular para quienes veníamos de familias con cierta situación de precariedad afectiva. Lo que hay aquí en primer lugar es un encuadre en la relación que favorece la dinámica de poder: los "padres" y el resto de los futuros "padres" en relación con los niños y jóvenes. La estructura familiar constituida desde la falta como condición de posibilidad de la instalación de la figura del "padre" sustituto es claramente descrita en la película. Pregunto: ¿Esta nominación -"padre"- debería cambiar o es indiferente al entorno en que se gestan los abusos? Tomando las palabras del Papa Francisco citadas por el autor, esta parece ser una parte de la estructura que crea y soporta las actitudes y convicciones. Estructura y actitudes no son hechos aislados. Aquí me gustaría ver la opinión del columnista, por ejemplo.

Yo no fui abusado, pero si estuve muchas veces en la casa y el dormitorio de varios jesuitas, ya ordenados y en formación. Conversábamos de la vida, la música, y de Dios. Mirado en retrospectiva, comprendo cuán fácil habría sido para cualquiera de ellos constituir una dinámica de abuso sexual. Por lo mismo comprendo perfectamente como eso pudo pasarle a otros. Era (y es) muy fácil para cualquier perverso establecer una relación de dominación desde un entorno católico, donde la sexualidad es tabú y el cuerpo se entiende como algo que debe silenciarse, con jóvenes de familias precarias afectivamente, en búsqueda del sentido, o a veces, de padres ausentes inmersos en el frenesí laboral. Es sin duda un tema complejo pues "el que nada hace nada teme" y así como la rigurosidad de los curas Opus Dei -que les impide estar en una misma sala de clases a solas con una mujer- es en si misma un reconocimiento de la posibilidad del pecado, me pregunto si en este caso, invitar a jóvenes en formación a sus dormitorios puede o no constituir una posibilidad similar. También me parece valioso reflexionar sobre esta práctica, pero no veo alusión al tema.

La película nos hace reflexionar sobre como algunos sacerdotes, desde la limitación de su propia sexualidad, pueden encontrar en el acceso a jóvenes en formación católica el escenario ideal para seducir, dominar y sistematizar -a través de la complicidad y el encubrimiento- la liberación de su propio deseo reprimido a través de dinámicas perversas tejidas desde el vaivén de la propia estructura moral religiosa: pecado y expiación. Por esto mismo me parece inaceptable y muy limitado comparar los abusos cometidos por Karadima con el caso Penta o el caso Dávalos. 

En primer lugar, estos casos están en manos de la justicia chilena y en el caso de Délano y Lavín se han impuesto medidas de prisión preventiva. Esto es posible porque en dichos casos la justicia actúa como un organismo autónomo. La estructura moral religiosa católica (pecado y expiación) en cambio otorga a los sacerdotes la facultad de ser juez y parte. Eso se ve claramente en la película cuando luego de los abusos "el santito" manda al abusado a confesarse como si él fuera el único pecador "di que has cometido un pecado de pureza" quedando el abusador con las manos limpias, "libre de polvo y paja." Esta dinámica sólo es posible a partir de la estructura de poder tejida desde la culpabilidad esencial católica -expresada en la figura del pecado- que sólo los sacerdotes tienen el poder de limpiar, al menos, temporalmente. Ese vaivén entre pecado y expiación es la raíz de toda estructura de dominación ejercida por aquel que, sin reconocer su propio pecado, actúa como limpiador de impurezas, como es el caso de Karadima. 

En segundo lugar, el autor de la columna debe reconocer que si bien es razonable pensar una analogía en sentido moral entre los casos Penta y Karadima como casos de corrupción, las consecuencias en ambos casos son absolutamente distintas y por lo mismo incomparables. Me parece impresentable comparar un delito económico cuyos autores mismos creen poder remediar pagando los impuestos evadidos -como si se tratara de equilibrar la balanza económica- con el daño psicológico e irreversible provocado a las personas abusadas desde dinámicas perversas tejidas al interior de la iglesia católica. No tengo más palabras para describir esta torpe comparación.

Me parece que si la iglesia y en particular los jesuitas van a reflexionar sobre la película podemos esperar mayor hondura en el tratamiento del tema y sus implicancias para la vivencia de la fe y la construcción de la comunidad. Celebro por otra parte la invitación que Nemo Castelli s.j hizo a sus fieles en misa para que vieran la película. Es una señal muy potente. Pero de nada sirve ver la película si no vamos a reflexionar sobre ella. Pensar y reformular las estructuras implica entenderlas y reconocer como estamos ya implicados en ellas para que nuestro entendimiento sea capaz de reconocer sus efectos en nosotros y por ende en los otros. No podemos esperar menos de quien se espera sean los pastores del pueblo. De lo contrario, me temo, continuaremos inevitablemente reproduciendo dichas estructuras, con las consecuencias que ya conocemos.

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