jueves, 8 de enero de 2015

Carta abierta a mis amigos

Con el tiempo he descubierto que la amistad es una de las cosas más importantes de mi vida. Al contrario de otras relaciones como las laborales u ocasionales, la amistad se distingue para mí porque en cierto punto comienza a ser gratuita, o lo que es lo mismo, no tiene precio.

Hoy en día es muy difícil concebir algo sin precio. Uno de mis amigos de hecho siempre dice que todo tiene o puede tener un precio, incomodando con ejemplos o preguntas que nos obligan a pensar. Seguramente diría: "la amistad no tiene precio hasta que alguien te ofrece un monto de dinero que te hace dudar si es conveniente acabar con la amistad" o algo así. El asunto es que para mí la amistad -incluyendo la del amigo que les menciono- es gratuita.

La gratuidad se expresa por ejemplo en la dedicación que le prestamos al amigo sin esperar algo a cambio, pero más aún en la imposibilidad de asignarle un valor específico al vínculo que me une con cada uno. Cada vez que un amigo me dice "cómo te lo pago" o "cuánto te debo" algo desde lo profundo me hace pensar "nada" cada vez, pero algo del amor propio, el ego o las costumbres con que vivimos amenazan con ridiculizar la gratuidad excesiva, fijando bienes de intercambio para dar flujo a una relación "sana".

Tengo pocos amigos. No más de diez. Un grupo de ellos son más viejos. Los conocí en mi primer trabajo, que fue a la vez un descubrimiento y un cambio radical de vida. Estaba terminando mi carrera de filosofía, pensando en hacer clases o dedicarme a escribir cuando fui reclutado por una empresa del sector financiero. Era un entorno muy distinto al de donde provenía. Con ellos fui por primera vez a un restaurant más de una vez al mes. Conocí el casino. Viajamos al sur. Recorrimos las sucursales de la empresa compartiendo con muchas personas, todos funcionarios muy afectuosos que nos recibían con cariño en cada visita.

A pesar que mis cargos cambiaban, mis amigos se mantenían. Ellos tenían ya una familia formada. Yo en cambio estaba soltero, hasta el día de hoy. Mis amigos fueron muy importantes en la formación de mi identidad post-universitaria. Influyeron mis gustos, mis patrones de consumo, mi relación con el dinero, mi manera de pensar el mundo y compatibilizar un pensamiento formado en la filosofía con uno formado en el arte de hacer circular el capital, maximizar los beneficios reduciendo los costos para finalmente hacer más dinero. No todos eran ingenieros comerciales pero se desempeñaban en cargos pensados para ese perfil. Finalmente, estábamos todos trabajando en una empresa cuyo mandato hacia nosotros era aumentar la rentabilidad del accionista, así que estábamos regulados por las leyes del mercado, quisiéramoslo o no.

Hoy en día estamos repartidos en distintas empresas pero seguimos viéndonos con la misma frecuencia. Anoche celebramos el cumpleaños de uno de ellos en mi departamento. Ya entrada la noche y para mi sorpresa mis amigos empezaron a mencionar que yo era un caso "especial" porque no tengo claro lo que quiero ni hacia donde voy. Ya había escuchado estos comentarios antes pero ahora me sorprendieron más. "Un día te gusta el Cajón del Maipo y te quieres ir a vivir allá, otro día te gusta Valparaíso y te quieres ir a vivir allá, otro día te gusta el Sur...yo creo que te tienes que psicoanalizar para ver cual es la raíz de tu problema..."

Mis propios amigos diagnosticándome (bueno, quien no lo ha hecho alguna vez). Uno puede entenderlo hasta cierto punto...pero ¿cuál es el problema que ellos ven? Eso es lo que yo -afortunadamente- aún no soy capaz de ver. Ellos cuestionan que haga distintas cosas en cortos períodos de tiempo acusando falta de consistencia en mis intereses..."cambios muy dinámicos"...dicen ellos. Yo quisiera decirles por este medio a mis amigos que lo único que estoy haciendo es disfrutando la vida, día a día, y que no veo otro modo de vivir. Que cumplir las expectativas del resto me llena las pelotas. Que soñar con nuevas posibilidades me llena de esperanza. Que si no me he ido al sur o alguna otra parte lejos de aquí es porque puta que me ha costado pagar las deudas de una vida financiera irresponsable en los primeros años. Que en menor medida estoy como ellos y como todos: atrapado en un sistema a causa del propio desorden, del encantamiento con la promesa de tener, del capitalismo, del comprarse huevás que luego desechamos, de desear constantemente una ilusión, como un espejismo que cuando te vas acercando desaparece.

En los últimos años debo haber cambiado de casa unas 10 veces. He tenido varias parejas. Fui fanático del fútbol, del tenis, del padel, de la bicicleta, de la restauración de muebles, de la conversación, de la publicación de artículos en medios digitales. He querido ser tantas cosas: psicólogo, filósofo, futbolista, ciclista, fotógrafo, músico, escritor, mueblista, restaurador, padre, profesor, ingeniero, programador de apps, cantante...y he sido un poco de todo. Cuando los escucho miro hacia atrás y pienso: "¿y por qué chucha a estos hueones les molesta que yo viva la vida así?" Seguramente me dirán que no les molesta, pero Freud tiene razón cuando dice que toda repetición esconde un síntoma.

Pensaba regalarles a tres de ellos una foto que nos tomamos en la despedida de otro amigo que se fue a México. Bien bonita. La iba a enmarcar y a dárselas para navidad pero no alcancé por seguramente andar soñando alguna huevada.

"Deberías escribir un libro" me decía uno de ellos. Pero preferí escribir esta carta. He vivido muy poco como para escribir un libro. Me faltan cosas tan importantes. Puta que sería lindo tener un hijo. Yo los veo a ustedes, amigos, con la cara de babosos que miran a sus hijos, o cuando hablan de ellos y pienso "chucha que debe ser lindo...". Me falta la mina, pero bueno, es sólo un detalle. Me falta hacer alguna hueá importante en mi trabajo. Después de eso puedo irme, antes no. No es justo calentar el asiento si tenemos la posibilidad de mejorar la calidad de vida de millones de personas. Me falta eso. 

Me falta grabar un disco, ese que queremos tocar con Jorge. Me falta irme al sur. Parezco disco rayado, pero algún día lo voy a hacer.

Me falta la próxima talla del club de toby, el próximo asado, y el que va a venir después de ese. Me falta cagarnos de la risa por enésima vez de las mismas tallas. Eso es lo lindo. Eso es la amistad.

Así que les digo: déjense de hueviar. Por ahora siempre van a tener una casa y una mesa de ping pong que los espera. Una conversación. Un amigo dispuesto a escucharlos y a hablar también si les sirve. Da lo mismo la plata, el tiempo, el lugar, total como dice uno de ustedes "después arreglamos".

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