domingo, 11 de enero de 2015

Alegre Enero



Hace algunos años mi abuela me pidió ayuda para tener un correo electrónico. Cuando estábamos eligiendo el nombre me preguntó que características debía tener y le dije que podía elegir cualquier palabra y/o números que no estuvieran ya tomados pero que lo más importante es que eligiera algo difícil de olvidar. "Alegre Enero 1947" me dijo. "La fecha en que conocí a tu tata". 

Es su correo electrónico hasta el día de hoy.

Las fechas por sí solas son números vacíos. Son los acontecimientos los que vuelven "alegre" a algún Enero.

Tal como hace sesenta y ocho años mis abuelos se conocieron a pocas cuadras del lugar desde donde estoy escribiendo estas líneas, hoy también tengo un alegre Enero que compartir. Hay tanto que está pasando. A veces pienso que siempre pasan cosas pero que uno no las ve y para hacerlo es necesario estar en los lugares que te disponen para ello.

El viernes entré a la Ulises y encontré un libro en dos tomos sobre la historia del psicoanálisis en Chile. Al preguntar el precio en la caja el librero le preguntó a un hombre sentado al frente suyo: "¿Y a qué precio lo vendemos?". "No sé, ustedes son los dueños...es que yo soy el autor" dijo volviendo la mirada hacia mí. "¿Ah sí?" le dije, y nada más. Supe de inmediato de cuál de los tres autores se trataba.

Ese mismo día me quedé afuera de mi casa y fui a hacer hora al departamento de una amiga. Estuve tres horas pasando la tarde del día más caluroso de este alegre Enero. Ya en mi casa decidí viajar a Valparaíso esa misma noche. Hice el bolso rápidamente y partí. Cuando estaba a algunas estaciones de la conexión intermodal me dí cuenta que había dejado mi billetera y mis lentes en la casa de mi amiga. Me devolví.

Usé los diez mil pesos que me quedaban para tomarme un shop en Lastarria. Me senté en la barra a observar. Puta que es importante observar. No mirar, sino observar. Darte cuenta de lo que pasa y por qué pasa, alrededor y contigo mismo. Por eso escribo, porque observo, no al revés.

Mientras me tomaba el shop me llamó un amigo para pedirme un favor: que fuera a buscar unas llaves a la conserjería de un edificio en el barrio yungay. Conversé con el taxista. Siempre tienen buenas historias que contar. Después con el conserje del edificio. Volví a mi casa.

Al otro día salí en bici al terminal y viajé a Valparaíso. La rearmé en el rodoviario y me fui pedaleando hasta la casa donde estoy ahora, en el Cerro Alegre, igual que este Enero. Desde mi ventana veo el puerto y a lo lejos se escuchan las máquinas trabajando. Se me quedaron los libros que compré. También el cargador del computador, pero que importa.

Qué importa si he vuelto a ser feliz andando en micro, si he vuelto a ser feliz caminando, si cada vez que subo por Urriola me conmueven los adoquines y las casas y sus ventanas hacia el cielo, si puedo almorzar un pan con queso con un jugo en caja, si puedo subir por el pasaje Bavestrello perdiéndole el miedo a esa oscuridad de lo desconocido, si estoy aprendiendo que lo desconocido es sólo la distancia entre la voluntad y la penumbra.

Antes de terminar el año pasado fotografié a una pareja descansando en el paseo de los catorce asientos. Eso es Valparaíso: amor. Una amiga citaba un artículo que decía que el amor no es una relación, que hay que quererse a sí mismo para después pensar en una relación de cualquier tipo. Chuta, me acuerdo que lo leí y pensé: "como chucha no va a ser una relación, si todo es una relación, hasta la manera en que nos enfrentamos a nosotros mismos". La de pareja, es ver a alguien y saber que cagaste: ponerte nervioso, reírte sólo, entender que hay algo importante pasando y por venir. 

El amor con las cosas y lugares son a mi juicio formas de vincularte con un otro. O sea, sumando y restando, el amor es siempre una relación con un otro, que puedo incluso ser yo mismo (saludos a los narcisos). Y mi amor por Valparaíso es una forma de vincularme con esos otros: los que están y los que no están. Estar construyendo esa relación hace que este mes sea alegre, me hace pensar en el correo electrónico de mi abuela y en tantas otras coincidencias que nos dan que pensar para vivir.


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