miércoles, 25 de septiembre de 2013

La Esencia de la Innovación

En mi vida laboral he escuchado cientos de recetas y consejos sobre innovación: que es un proceso largo y no un instante de creatividad, que es una manera de crear valor a las personas,  que es difícil de implementar en el entorno corporativo sin el apoyo de la plana ejecutiva, que ha llevado a grandes empresas como Apple y Nike a generar modelos de negocios sustentables basados en la búsqueda continua de una experiencia mejor para los usuarios, y que además, no se trata de algo nuevo sino que es tan antigua como el ser humano.

En efecto, la rueda, los castillos, la agricultura, los metales y hasta al sufragio femenino nacen como consecuencia de una manera distinta de ver las cosas. Sin embargo, toda la literatura que se ha acumulado sobre innovación en el corto plazo no hace a los innovadores sino que es un relato acerca de ellos: La mejor manera de empezar algo es dejar de hablar de ello y empezar a hacerlo dijo Walt Disney. Detrás de las recetas y consejos –que abundan hoy en día- hay hechos concretos ejecutados por personas reales que comparten un factor común al que podríamos llamar la esencia de la innovación: atreverse a emprender.

Ya en el año 1732 un emprendedor era definido como la persona que se determina a hacer y ejecutar, con resolución y empeño, alguna operación considerable y ardua[i]. Casi trescientos años después esta definición tiene plena vigencia: hay pocas cosas tan difíciles hoy en día, tanto en el mundo corporativo como fuera de él, que ejecutar con resolución y desempeño una operación considerable y ardua, sobre todo, cuando el estilo de vida actual nos ha llevado a buscar posiciones cómodas, estables y seguras, para las que muchas veces, la innovación es una amenaza.

Sin embargo, nunca antes habían existido tantos incentivos para la innovación: proyectos públicos y privados, nacionales e internacionales, dirigidos tanto a personas naturales como a empresas que buscan hoy en día desarrollar emprendimientos e intraemprendimientos –en el entorno corporativo-  para, en último término, generar soluciones rentables que agreguen valor a la vida de los usuarios. Y aunque sin duda esta es una oportunidad que hay que aprovechar, sólo está reservada para aquellos que se atrevan a abandonar la comodidad del status quo y se arriesguen a crear algo que no existe y cuyo éxito no podrá ser anticipado en ningún focus group, que dicho sea de paso, es uno de los más grandes enemigos de la innovación, pues como dijo Henry Ford si le hubiera preguntado a la gente qué querían, me habrían dicho “caballos más rápidos”.

Atreverse a emprender requiere pasión, convicción, tener un propósito de vida. Quien tiene un propósito para vivir encontrará casi siempre el cómo (Nietzsche). Buscar y decidir ese propósito es el primer paso para la innovación. El resto viene por añadidura, especialmente porque cada vez somos más los que creemos que la innovación y el trabajo en entornos colaborativos –Club de la Innovación, Reset and StarUp- no restan sino que suman al cumplimiento de los objetivos que nos proponemos, pues como dice el viejo proverbio: si quieres llegar rápido, camina solo, si quieres llegar lejos, camina en grupo.


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