domingo, 17 de junio de 2012

Árbol quieto al horizonte



La nostalgia no es verde. Pero qué se yo, no recuerdo un paisaje distinto cuando cae sobre la tarde el peso de la memoria. Tal vez los árboles tengan algo que ver. Más allá del las raíces, semillas mansas bajo el firmamento, están las ramas - alter ego del origen- desplazadas en el cielo con el acostumbrado arbitrio de la naturaleza. El otoño activa sin demora una memoria corrosiva. Los lugares son testigos de la huella trazada: advertencia del viento en la noche desnuda; las hojas caen sobre caminos solitarios; amenaza de eternidad en el cielo anaranjado; las nubes arrojadas pocas veces ofrecen consuelo (esta no es la excepción) el horizonte desvelado empuja las olas sobre mis pies. Me inunda la nostalgia, azul esta vez. Y el final del día acentúa el compás en el silencio. Una y otra vez. La mitad del sol se aferra al día. Mi sombra celebra bailando la agónica escena, prefiero no mirar. Me recuerdo pequeño en esta inmensidad mientras el último haz de luz atraviesa una y otra vez el camino del bosque.

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